domingo, 15 de abril de 2018

(1) Reencuentro y primera caminata por Anaga

Habían pasado casi cuatro años desde la última incursión del grupo por Canarias. Esta vez, y no se tome a mal, fue un recurso una vez abortada la excursión por Transilvania por motivos personales de algunos de los presentes. En tal circunstancia se optó por una apuesta segura... como lo fue La Palma en 2011 y Tenerife y La Gomera en el 2014.



La cita se fijó para el 14 de abril en el aeropuerto de Tenerife Norte, pero con un pequeño cambio sobre lo que es habitual. En lugar de enfilar el hotel o alojamiento de turno, el destino fue una urbanización del municipio de El Sauzal, en el norte de la isla. Motivo: Ana y Juanma, dos de los habituales, residen allí desde hace casi un año. Y en su casa tuvo lugar el reencuentro y la merendola inaugural. Faltaban en ese momento tres de los participantes: la canariona Blanca (que llegaría un día después) y Mariajo y Manolo (desde Galicia), que lo harían el martes antes de desplazarnos a El Hierro.Y como novedad, para los estudiosos, la presencia de Maika por primera vez, que seguro que no la última a la vista de cómo se desenvolvió por las crestas isleñas, con una profesionalidad sin discusión.



Al día siguiente, Fernando nos tenía preparada una sorpresa, pues no de otra forma puede calificarse el recorrido que hicimos por Anaga, esa impresionante zona boscosa y montañosa del noreste de Tenerife. Fue una marcha corta en kilómetros (8,6) y larga en horas, de lo que es fácil deducir que el trayecto era abrupto, por simplificar. En este recorrido cubrimos 770 metros de subida y 870 de bajada.
Citados a primera hora del domingo en el hotel del centro de Santa Cruz, salimos en dos taxis hasta el caserío del Pelotón, en el barrio de María Jiménez. Llegamos a un valle profundo con un enorme barranco, de donde salen dos rutas: Crispín y valle Brosque. y elegimos esta última. Aquí empezamos la andaina por el histórico camino de Las Vueltas, hoy un simple y complicado sendero y siglos atrás la autopista de la comarca para comunicarse con La Laguna. Cuesta trabajo imaginarlo.



El barranco que nos recibió merece una visita solo por contemplarlo, pero nosotros, además, lo disfrutamos durante una caminata que se alargó 5 horas. Tras un invierno lluvioso para los cánones canarios, el tapizado verdoso de montañas y barrancos y la pujanza de las plantas en general eran un auténtico regalo, caso de los magníficos cardones de la imagen superior. Así lo entendimos y nos pusimos inmediatamente en marcha.


Bien  asesorados por nuestro director, Fernando, con el refuerzo de Víctor, los dos canarios del grupo (a la espera de Blanca), nos habíamos provisto de bastones que demostraron una vez más su eficacia en suelos como los que recorrimos (y al día siguiente más todavía, lo que entonces ignorábamos). Aunque el firme pedregoso, la estrechez de partes del camino y algún que otro desnivel de cuidado nos hacían difícil ir contemplando el horizonte, panoramas como el de la foto superior lo impedían. Piedras sueltas y la humedad de estos meses provocaron algunos resbalones, pero los bastones ayudaron lo indecible.


El día acompañaba: nublado y para nada caluroso al inicio, lo que lo hacía especialmente indicado para caminar.


Un rato después nos adentramos directamente en la laurisilva, el bosque subtropical característico de esta zona de la isla y que fue uno de los motivos de su declaración como reserva de la biosfera en el 2015.



Barrancos profundos en los que el sol penetra con dificultad y siempre poco tiempo y las brumas y nubes características de Anaga convierten el bosque en un espectáculo en el que la abundante humedad tapiza árboles y rocas con musgos y líquenes.



Hubo algún descenso delicado, pero lo resolvimos sin incidencia alguna integrados en una naturaleza excepcional.


Así llegamos a un punto avanzado en el que divisamos el mar entre dos enormes roques: a la derecha el enorme de las Ánimas y a su lado, el de Enmedio, que enmarcan la llegada a Taganana, la capital de Anaga, que hoy se subdivide entre el pueblo de siempre y los restaurantes que han surgido junto a la playa. Un pueblo con mucha historia que ha vivido aislado de facto hasta antes de ayer. Esto es, hasta que hace unas décadas se construyó una carretera que puso fin a la marginación, pero aún así estrecha y plagada de curvas, pero nada que ver con moverse directamente por el monte, única opción hasta entonces.


Delante, aparentemente a no demasiada distancia, veíamos ya Taganana, pero todavía nos costó un rato llegar cubriendo una bajada incómoda plagada de piedras como losas,  restos del antiguo camino. Botas con piso fuerte son muy necesarias en este tipo de suelos.


Aunque principal en Anaga, Taganana cuenta ahora con unos 150 habitantes. En su momento tuvo mucha relación con Portugal y es el nombre que recibe su barrio más antiguo. Allí se instalaron maestros azucareros llegados desde la isla lusa de Madeira en el siglo XVI. Ellos precisamente habilitaron el camino de Las Vueltas para llevar el azúcar a La Laguna. Asusta pensar cómo serían esos transportes. Su fisonomía, y particularmente las calles adoquinadas, evidencian claramente aquella herencia portuguesa.


Su aislamiento y un suelo casi imposible de cultivar son la causa de que tenga escasa población,  independientemente de que el paisaje es extraordinario. En la foto siguiente quisimos sacar el magnífico drago, un árbol muy peculiar y bastante habitual por Tenerife.


Hay algunos cultivos, escasos, en pequeñas terrazas que los paisanos han logrado acondicionar en las laderas de los barrancos y en algunas pequeñas mesetas. Eso y el turismo son las únicas fuentes de ingresos.


Pusimos punto y final a la caminata en el guachinche (popular restaurante tradicional tinerfeño, con pocas especialidades y en origen destinado a dar salida al vino cosechado por el propietario) Bibi y Mana, donde degustamos queso asado, papas con mojo, pulpo frito, carne fiesta y bacalao, entre otros manjares, y muy bien atendidos. 


Con tiempo hasta la hora de tomar el bus para retornar a Santa Cruz, descendimos desde el pueblo a la playa. Un cartel explicativo recuerda que allí fondeaban barcos ingleses en medio de su travesía para aprovisionarse de vino de Taganana. Ante la ausencia de puerto, una barca arrastraba los toneles hasta los buques. Aunque pequeña la producción, se mantiene en la actualidad y vivió su momento de gloria años atrás cuando el expresidente Obama lo eligió para una cena en un restaurante de Nueva York.


El paisaje desde la playa, conocida por su pasado como Roque de las Bodegas, es espectacular y en verano acuden numerosos aficionados al surf.


Según cuentan, la roca de la imagen superior llegaba siglos atrás hasta tierra y formaba un arco, que obviamente ha sucumbido a la fuerza del mar.


Y ya vestidos de calle, una vez duchados y relajados, el grupo decidió de noche darse una vuelta por Santa Cruz para descubrir la capital tinerfeña.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Cuéntanos...